Recordar y honrar a los difuntos con una sonrisa en la cara. Esta es la finalidad del Día de Muertos, una festividad que mexicanos y demás centroamericanos celebran desde hace al menos tres milenios y cuyo origen se remonta a la época de civilizaciones como la azteca y la maya. Los rituales que se suceden en países como México, pero también Guatemala, Costa Rica, El Salvador, Nicaragua o República Dominicana el día 2 de noviembre, acuñado el Día de Muertos, comprenden desde desfiles callejeros a adornar las tumbas en los cementerios, que ese día reciben a millones de familiares que peregrinan hasta allí con ofrendas y flores en recuerdo de sus seres queridos. El altar de Día de Muertos es, de hecho, una de las tradiciones más arraigadas a la cultura centroamericana y nosotros te descubrimos aquí todos sus secretos. ¿Preparado?
El culto a los muertos forma parte de la cultura mexicana desde hace siglos. Estos entienden la muerte como parte de la vida y, como tal, centra muchos rituales y manifestaciones culturales a lo largo y ancho del país. Divinidades como Mictecacihuati, la diosa azteca de la muerte, protagonistas de cuentos y leyendas o argumentos de películas archiconocidas como Coco (2017) son solo algunas de las expresiones que los mexicanos han creado en torno a la muerte y los rituales espirituales y festivos que acompañan al traspaso de sus seres queridos, cuya vida se celebra y se honra con rituales que se replican ya no solo en México, sino en el resto de países centroamericanos, cuya magnitud hizo que en 2008 el Día de Muertos fuera inscrito en la lista de la UNESCO del Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad.
Altar de Día de Muertos: origen prehispánico
El origen de las tradiciones del Día de Muertos se remonta a la época prehispánica, cuando los indígenas aztecas, mayas, purépechas, nahuas o totonacas tenían la costumbre de celebrar a sus muertos acudiendo a sus tumbas para hacerles ofrendas. Se trata de una tradición de más de 3.000 años cuyo objetivo era proveer a sus seres queridos recién fallecidos de todo aquello cuanto necesitaran en su viaje hacia el Mictlán, donde les esperaban Mictlantecuhtli y Mictecacíhuatl, dios y diosa de los muertos, respectivamente, a quienes debía agasajar con algunos obsequios.
Los familiares solían incluir en el altar de Día de Muertos aquellos objetos personales que el difunto solía usar en vida y aquellos otros que creyeran iba a necesitar durante la transición de cuatro años en una de las nueve regiones que comprendía el reino de los muertos y al que cada uno llegaba en función de su personalidad y del estilo que había llevado en vida. Una vez transcurridos esos cuatro años, la cultura mexicana prehispánica creía que sus muertos regresaban al Mictlán, donde ya descansaban en paz para siempre, una imagen de la muerte, como vemos, que dista mucho de la connotación moral que existe en la religión católica, en la que todavía hoy prima la dicotomía entre cielo (premio) e infierno (castigo).
Altar de Día de Muertos: en el domicilio familiar o en el cementerio
Aunque el Día de Muertos como tal es el 2 de noviembre, en el país azteca las celebraciones en torno a los difuntos arrancan ya días antes. Durante estas fechas, se cree que los muertos tienen permiso para volver y disfrutar junto a sus seres queridos, cruzando el Mictlán y compartiendo con ellos un par de jornadas festivas en las que las ofrendas son uno de los elementos centrales. Para ello, crean un altar de Día de Muertos, bien en el domicilio familiar, bien en el cementerio donde descansan sus restos mortales, donde depositan aquellos platillos que al difunto más le gustaban en vida. Y no solo se les deja comidas y bebidas tan típicos como el agua, el bizcocho de muerto, el chocolate, la fruta o cempazuchil -una famosa planta medicinal del lugar-, sino también incienso, figuras de barro, fotografías de familiares y amigos, sal para evitar que las almas de los difuntos se corrompan y cruces e imágenes de santos para impedir que el demonio no merodee por allí. Si el difunto es un niño, también se les deja juguetes y dulces.
El ritual también tiene su propia calendarización. Así, el altar de Día de Muertos o la ofrenda debe colocarse el 31 de octubre si se trata de un niño y el 1 de noviembre si se trata de un adulto. Si se dedica a alguien que murió en un accidente, se monta el 28 de octubre. Lo más habitual es que las ofrendas se coloquen hacia las ocho de la tarde, antes de que los niños reciban la Calaverita con la que después salen a pedir dulces o dinero la víspera del 1 de noviembre. ¿Hay alguna regla para disponer las ofrendas en los altares? Según la investigación llevada a cabo por la antropóloga Isabel Lagarriga Atias en el pueblo de La Candelaria en Coyoacán (Ciudad de México), se debe empezar de izquierda a derecha, siguiendo esta secuencia: primero las frutas, luego los panes, a continuación las velas y, finalmente, la comida y la bebida. Las flores suelen ocupar un lugar privilegiado en el conjunto. Una vez pasado el Día de Muertos, el 3 de noviembre se procede a recoger las ofrendas y a repartir los alimentos y dulces entre los familiares y vecinos de la región.
Y tú, ¿conocías esta tradición mexicana en torno a la muerte?