Soles, edades que se suceden unas a otras y divinidades a las que rendir culto. Estos serían groso modo los elementos que centran la mitología azteca que, entre mediados del siglo XIV y mediados del XVI, reinó alrededor del país mexicano del que son originarias nuestras tortillas. Los aztecas o mexicas fueron un pueblo nahua que, durante el periodo posclásico tardío, conformaron una civilización expansionista en el Valle de México hasta que, en 1521, su capital, la ciudad de Tenochtitlán, cayó en manos del conquistador español Hernán Cortés. Ese hecho significó el fin de esta civilización que tantos símbolos y rituales arraigó en la cultura mesoamericana en la que las tortillas de maíz también se consolidaron como alimento base. De hecho, se cree que quien ofreció a los mesoamericanos la primera tortilla fue Chicomecoátl, la diosa del maíz. ¿Quieres conocer más acerca de esta y otras leyendas y costumbres aztecas? ¡Sigue leyendo!
Durante los dos siglos que habitaron el Valle de México, los aztecas llegaron a formar una civilización que ocuparía en torno a 300.000 km2 y estaría compuesta por una población de casi siete millones de personas. ¡Casi nada! Se trataba de una civilización politeísta, de ahí que, como veremos más adelante, tuvieran infinidad de dioses a los que rendir culto, cuyo sustento económico eran la agricultura, el comercio y la artesanía.
Fue una civilización que, para expandir sus tentáculos, acudió a alianzas con la nobleza, ocupó y sometió a pueblos vecinos y protagonizó distintas disputas y guerras. La civilización que daría lugar a la mitología azteca que todavía hoy se reseña en uno y otro confín también levantó grandes infraestructuras como caminos y puentes para la circulación de personas y mercancías; diques, canales e islas artificiales llamadas chinampas para aprovechar al máximo el recurso hídrico; templos para honrar a sus muchas divinidades, y palacios, debidamente protegidos por sendas murallas, para los nobles.
Los dioses y templos, elementos centrales de la mitología azteca
En la mitología azteca, todas las respuestas en torno a la creación del universo y del hombre estaban relacionadas con sus divinidades. Los aztecas atribuían la creación de la tierra y del cielo a los dioses Tezcatlipoca y Quetzalcóatl, dos del casi centenar de divinidades en las que recaía su fe politeísta. Todas ellas tenían personalidades humanas y estaban estrechamente vinculados a la naturaleza. Encontramos ejemplos como Mictlantecuhtli, dios de la muerte y poseedor del infierno; Metzli, diosa de la luna que tenía poder sobre el agua; Quetzacóatl, dios multifacético que dominaba los vientos, la vida, el día, la fertilidad, la noche y la sabiduría; Xiuhtecuhtli, dios del tiempo y de la guerra; Mixcoatl, dios de la tormenta, o Cihuacoatl, diosa de la fertilidad que contribuía a los embarazos de las mujeres aztecas.
Muchos de ellos eran debidamente venerados en templos piramidales como los de Quetzalcóatl, Huitzilopochtli y Tláloc, ubicados en la capital, Tenochtitlán, donde también había otros templos menores para los dioses más secundarios.
Los aztecas deificaron asimismo fenómenos naturales como el sol, la luna y el maíz, entre otros, y realizaban sacrificios humanos en los que la sangre servía como ofrenda a los dioses para reestablecer la energía divina.
A la hora de explicar el origen del mundo, la mitología azteca defiende que el universo pasó por cuadro edades o soles. Cada edad tenía su propio dios reinante y finalizaba de forma trágica, con algún acontecimiento dramático. Así, Tezcatlipoca, dios de la guerra, creó la primera edad; Quetzalcóatl, dios del viento, reinó en la segunda edad; Tláloc, dios de la lluvia y señor del rayo, dio luz a la tercera edad, y Chalchiuhtlicue, diosa del agua, fue la responsable de la cuarta edad. Para los aztecas, su presente se hallaba en el Quinto Sol, gobernado por Tonatiuh, dios del sol.
La mitología azteca, ‘culpable’ de la expansión de las tortillas de maíz
Entre las muchas divinidades que la mitología azteca veneraba encontramos a Chicomecoátl, también llamada Siete Serpientes, la gran diosa del maíz que, según la leyenda, fue la creadora de las tortillas. Su imagen, muy peculiar con una diadema de papel en su cabeza, un manojo de mazorcas de maíz en una mano y una flor de sol en la otra, y ropas adornadas con flores acuáticas, no dejaba indiferente a nadie.
Los aztecas creían firmemente que Chicomecoátl cuidaba del ciclo del maíz. Tanto era el poder de protección que pensaban que ejercía en torno al cereal que los aztecas dedicaban el mes de septiembre a venerarla a través de altares en casa adornados con plantas de maíz, de bendecir las semillas en los templos y ofrendar alimentos tanto en los domicilios como en los lugares de culto.
Antes decíamos que los dioses aztecas adoptaban personalidades humanas, de ahí que el rol que se le acabó atribuyendo a Chicomecoátl no fuera otro que el de mujer protectora de la agricultura y la sociedad, a través de elementos como la alimentación y el maíz.
Cuenta la leyenda que esta diosa debió ser la primera que comenzó a hacer pan y otros manjares a base de maíz, frijoles, chía y demás cereales y legumbres para cuidar del común de los mortales, sobre todo de aquellos especialmente vulnerables, así que aquí tenemos la relación entre la mitología azteca y nuestras deliciosas tortillas de maíz.